sábado, 3 de septiembre de 2011

La vitalidad de los afectos


La familia unida para quererlos como son
Sé que el dicho es vox pópuli pero no debe ser tarea fácil pintar nuestra propia aldea. Felix Van Groeningen, el joven director de La vitalidad de los afectos da muestras de ser un hombre inteligente para filmar y para escribir. En lugar de pretensiones grandilocuentes como la de dar su versión del mundo, se ha cernido simplemente a entender que en toda aldea hay familias y cada una de ellas conforma el universo sobre el que se expanden las idiosincrasias. Es decir, eligió una historia familiar y a través de ella dejar que el espectador pinte el resto.
Basada en La meritude des choses de Dimitri Verhulst, la película se centra en la historia que narra Gunther Strobbe (Valentijn Dhaenens), un escritor que desde hace años intenta que alguna editorial publique lo que escribe. Gunther necesita explicarse cómo llegó a este momento y qué lo hizo pararse frente a la vida de la manera que lo hace.
Así retrocedemos a cuando tenía 13 años (Kenneth Vanbaeden) y vivía en el pueblo de Reetveerdegem.  Desde ese primer flashback de los numerosos que tiene la película, el director mete su cámara en la intimidad mas profunda de una familia decadente en la cual es difícil imaginar que un chico tenga un futuro distinto de emborracharse alegremente en un bar y golpear a cuanta pareja tenga.
Gunther nos va describiendo a su familia desde un presente incierto. Su papá Celle (Koen De Graeve) se separó luego de una infidelidad y se fue junto con su hijo a vivir a lo de su madre Meetje (Gilda De Bal) en una pequeña casa ubicada en lo que parece un barrio humilde. En ese mismo lugar también viven sus tres tíos Lowie “Gasolina” (Wouter Hendrickx), Pieter “Fortachón” (Johan Heldenbergh) y Koen (Bert Haelvoet). Excepto por la abuela y su nieto, el resto de esa familia, o sea los cuatro hermanos, tienen pocas luces y mucho corazón. Claramente conviven con los vicios la suficiente cantidad de horas al día como para convertirlos en una forma de vida. Todos los personajes parecen tener las mismas características de los que aparecen en las películas de Emir Kusturica. Como si Van Groeninger intentara encontrar cierta belleza en ese ambiente grotesco.
La base de este entorno familiar es una holgazanería disfrazada de esfuerzos miserables y un estado casi constante de ebriedad en donde sale lo peor, lo más gutural de cada uno. Ninguno de esos hombres parece tener suerte en la vida, pero tampoco hacen nada por cambiarla. El relato nos va llevando por los 13 años de Gunther, deteniéndose en momentos importantes como el modo en que llega a tener su primera bicicleta o cuando reciben la visita de la Tía Rosie (Natali Broods) quién definitivamente ofrece otro prisma en su vida.
A pesar de todas estas circunstancias, el gran acierto de contar esta historia desde la perspectiva del chico (o de un adulto que sigue pensando y sintiendo igual), nos permite entender por qué Gunther ama a su familia. Sabe que no va a salir adelante gracias  a ellos e instintivamente decide su futuro sin dejar de mostrarnos a los suyos aceptándolos y queriéndolos tal cual son. Por eso La vitalidad de los afectos se vuelve una comedia entrañable que invita a reflexionar sobre el propio entorno y la supervivencia individual al mismo.

La vitalidad de los afectos
De helaasheid der dingen Poster (Bélgica / Holanda, 2009)

Dirección: Felix Van Groeningen

Guión: Felix Van Groeningen y Christophe Dirickx (Basado en la novela del mismo nombre de Dimitri Verhulst

Montaje: Nico Leunen

Fotografía: Ruben Impens

Música: Jef Neve

Sonido: Jan Deca y Michel Schöpping

Reparto: Kenneth Vanbaeden, Valentijn Dhaenens, Koen De Graeve, Wouter Hendrickx, Johan Heldenbergh, Bert Haelvoet, Natali Broods, Gilda de Bal y elenco

Duración: 108 minutos

Hablada en Holandés con subtítulos

No hay comentarios:

Publicar un comentario