viernes, 22 de abril de 2011

LA CHICA DE LA CAPA ROJA

Buenas, sírvase otro trago.

Escuché por ahí que el cuento real de Caperucita roja es en realidad muy tétrico y que siempre conocimos la versión liviana. Pues no. Siempre fue el mismo cuento. Caperucita ama a su abuela, la madre la manda con una canasta y le dice que no se distraiga, se encuentra al lobo que la manda por el camino mas largo, se manduca a la abuela, hacen el versito de las partes de la cara tan grandes y cuando está por ser ingerida, aparece un leñador que le abre la panza y saca a la abuela que todavía está viva.
   
Una caperucita sin sorpresas en la canasta
El tema era ver cómo la directora de Crepúsculo, se las arreglaba para convertir este cuento en algo que le llegue al público joven que, sensible a problemáticas tales como que un vampiro se enamore de su comida, seguramente estará dispuesto a ver que pasa con la muchacha de caperuza roja.
 
Desde los títulos en adelante, Catherine Hardwicke, y el guionista David Johnson se ocupan de realizar un esmerado y sentido homenaje a la incoherencia. Y detrás de ellos, algunos de los rubros técnicos.
La película arranca con una espectacular toma aérea de nevadas montañas, para ir bajando a un vasto, kilométrico, inmenso, gigante y extensísimo bosque en el medio del cual (y desconectada del resto del planeta) se levanta una pequeña aldea de leñadores que trabajan arduamente con la madera. Acá habrá un paneo por las cabañas donde viven, que parecen hechas con la misma estética y del mismo material que un pelotero de McDonald´s aunque por dentro se ve que usaron madera de verdad. 
De todos modos, a pesar del tipo de trabajo que hacen,  nadie parece muy agitado en la aldea y en esto ayudó mucho la gente de maquillaje que estuvo en el set sólo los días en los que había que ponerle un poco de sangre o alguna magulladura a alguien. Con decirle que, salvo el lobo, todo el mundo tiene la sonrisa de la propaganda de Colgate, pero bueno, esto no es lo importante.

Lo importante es que desde hace años, el lugar es acechado por un hombre-lobo (que se ve poco y se escucha un montón) que por supuesto hace de las suyas cada vez que la luna está llena. Los aldeanos se encierran en sus casas y dejan ofrendas como lechoncitos vivos y otros seres con los que pretenden saciar la sed de carne de la bestia.
A todo esto Valerie o sea, Caperucita (Amanda Seyfried), está enamorada de un leñador al que conoce de chica con el cual, fíjese que no la dejan casarse. No. Le dicen que se tiene que casar con un joven de alta alcurnia y evitar al otro de clase baja. Diferenciación que es cómo mínimo curiosa en una aldea que no parece en ningún momento que tenga más de cincuenta casas. Acá es donde parece estar el conflicto, pero el joven adinerado es más bueno que el Quaker y jamás confronta. 
Como el guinista se debe haber dado cuenta que no había conflicto, el día anterior al primer día de rodaje, inventó un fábula que sólo puede justificarse con diez litros de bourbon en el cuerpo inyectados en forma intravenosa.

Inesperadamente, (por los aldeanos, no por el espectador) el hombre-lobo se cobra una víctima que es la hermana de Valerie, así que todo el mundo caza su hacha y sale en busca del licántropo al que aparentemente matan.
No es por aumentar el morbo de nadie, pero en la fiesta que se arma por la victoria, el leñadorcito y caperucita están muy cachondos en un granero. El momento justo para que uno piense “¿En serio se la van a copular a Caperucita Roja?”. 
Todos parecen pasarla bien hasta que llega El Padre Solomon (Gary Oldman), quien fue llamado por el Padre Auguste (Lukas Haas), un sacerdote que le tiene miedo a todo. Al Lobo, a la gente, a hablar frente a las cámaras y a actuar.
El padre Solomon no se anda con chiquitas, aparece con cuatro hombres de raza negra que en plena Europa del siglo XVII, hablan como Snoop Dog pidiendo un pancho. Pero lo mejor de todo es que la brigada se aparece con, tirado por caballos, un elefante de metal (¿¡¿¡Perdón?!?). Como lo leyó, mi querido amigo. Un elefante de metal que sirve como elemento de tortura si abren la tapa y meten a alguien adentro, cierran y prenden una fogata debajo de la panza. El cura Solomon llegó para quedarse hasta atrapar a la bestia que según su teoría todavía está viva y es uno de los aldeanos. 

Lo que sigue después está dentro de esta tesitura. La abuela de caperucita existe pero vive en una cabaña alejada de la aldea y no es muy sociable que digamos. Sí la quiere mucho a la nieta a la que le regala una capa con capucha roja que debe estar tejida con chicle porque a medida que pasan los minutos se estira cada vez más. No falta la escena de los ojos tan grandes que tiene la abuela que es la antología del ridículo.
La banda de sonido y la fotografía son lo único que sobresale en esta propuesta que, para mí, se tomó demasiado en serio siendo una historia que está tan clasificada como infantil en el inconsciente que el contraste con esta película resulta risueño. Igual…si se siente demasiado curioso…   

LA CHICA DE LA CAPA ROJA
Red Riding Hood (USA, 2011)

Dirección: Catherine Hardwicke

Guión: David Johnson

Montaje: Nancy Richardson y Julia Wong

Fotografía: Mandy Walker

Música: Alex Heffes y Brian Reitzell

Reparto: Amanda Seyfried, Amanda Seyfried, Gary Oldman, Billy Burke, Shiloh Fernandez, Max Irons, Virginia Madsen, Lukas Haas, Julie Christie y elenco

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