viernes, 1 de abril de 2011

NUNCA ME ABANDONES (Never Let Me Go)


Humanos. Granja de órganos. La película provoca.
Buenas, tome algo.

Me pone contento escribir sobre Nunca Me Abandones. Salí del cine con una sensación extraña. Indefinible. Casi como un mecanismo de defensa ante semejante propuesta me dije: “Que película de mierda”.

Después lo mastiqué mejor en ese café tradicional de Corrientes y Callao, y empecé a dudar si era eso; o si en realidad es una película que me dejó una sensación así. De cualquier modo, esa segunda reflexión es la que me permitió abrirme un poco más e invitarme a ejercer el pensamiento para sacar otras conclusiones, incluso mientras escribo esto.

Una de ellas es que a lo mejor es tanto de la media para abajo lo que me toca ver, que pierdo la costumbre de entrar al cine a ser provocado. Había olvidado lo lindo que es sentir que me empujen el intelecto, que me mojen la oreja de las sensaciones y me obliguen a reaccionar

Realidad alternativa. Una realidad en la que se crean humanos cuyo objetivo es ser donantes de órganos. Viven, se desarrollan y son educados en instituciones que se ocupan de que estén sanos para eventualmente cumplir con su destino. Destino que ninguno de ellos se anima a cuestionar, está simplemente aceptado y hasta con cierta morbosidad en la que llega a ponderar si aguantan más de tres extracciones de órganos conservando una buena salud.

Inteligentemente durante la primera media hora, el director se ocupa de que establezcamos, como espectadores, un vínculo con sus personajes mientras va dejando indicios sutiles de que algo raro hay; algo está ocurriendo que no está dentro de lo esperable.
Es eso que se revela en un aula y que puso a los chicos y a mí en una posición de estupefacción total. En esta realidad alternativa los donantes tienen sólo algunos impulsos humanos. Los que no se manifiestan, niegan la mera existencia de nuestra especie y por eso miré el resto de la película con cierto resentimiento e impotencia.
Bronca incluso.
Y es que me resisto a aceptar que, si no acepto esta realidad alternativa tal cual se presenta (lo cual me pone a la altura de los donantes), es un problema mío.

Es imposible que esta película no provoque nada. Estaba en la sala sin poder definir si las concesiones que estaba haciendo derivaron en contradicciones, o si hay contradicciones (mías, a lo mejor) que atentan contra la posibilidad de hacer concesiones.
Nunca me Abandones plantea la inexistencia de sentimientos; aunque los haya explícitamente. Habla de que una educación progresista lo es por aceptar que el arte nos hace humanos sin importar como se mide o cual es la capacidad de expresar. Niega la existencia del comercio si no a través del trueque y sin embargo los humanos de laboratorio son productos en sí mismos. Y pone al hecho de donar órganos, en un mero acto científico en donde el factor humano no tiene ninguna injerencia. La idea de libertad no existe en estos personajes. El libre albedrío; viajar; superarse; sentir, es algo que en esta película es inherente a una sociedad que nunca se muestra y que teóricamente es la nuestra. Sin embargo, la historia es de ellos, de estos productos.
Me resultó durísimo como espectador aceptar que se puede tener una granja de órganos para cuando me enferme sin evitar pensar que si mañana me siento a tomar un café con alguien y me dice que es un clon o un humano de laboratorio jamás lo trataría como tal; sino como alguien con quién estoy tomando un café y charlando boludeces.

Sin dudas, la propuesta del guión es asumida por el director. Y la lleva a fondo. A uno puede gustarle o no, pero lo que queda claro es que el director siempre supo lo que iba a contar, aunque joda, aunque duela, aunque uno salga puteando del cine.

Se llama Mark Romaenk cuyo único largo anterior fue aquella peliculita con Robin Williams haciendo de un villano que revelaba fotos.

Es un detalle. Este director supo dirigir y transmitir a los actores todo lo que él quiso contar. Incluso cuando a cada uno le toca conectarse con objetos usados cuya vida cobra sentido cuando a estos personajes les despiertan curiosidad. Un cassette, un caballito de plástico o algo que brilla.

En este sentido la dirección de arte y de fotografía aportan una estética que conecta todo el tiempo, minuto a minuto con la oscuridad que significa el intentar despojarse de los sentimientos. Y ni hablar de la banda de sonido. Profundamente comprometida con la historia, en esto Rachel Portman es una privilegiada.

Es como si durante toda la película uno quisiera gritarle a los personajes que se escapen de eso, que pueden elegir... discúlpeme si me pongo sensible... pero la NO libertad de ellos hizo que apreciara más la mía. Mucho más. ¿Hay películas que me provocaron lo mismo? Sí. Pero desde el lugar en el que se plantea Nunca Me Abandones, seguro que no es una más. 

Acostumbrado a una mayoría de estrenos fáciles y ya masticados, Nunca Me Abandones es más que bienvenida.

NUNCA ME ABANDONES
Never Let Me Go (REINO UNIDO / USA, 2010)

Dirección: Michael Romanek

Guión: Alex Garland (sobre la novela de Kazuo Ishiguro)

Montaje: Barny Pilling

Fotografía: Adam Kimmel

Música: Rachel Portman

Reparto: Carey Mulligan, Andrew Garfield, Izzy Miekle-Small, Charlotte Rampling, Ella Purnell, Kiera Knightley y elenco.



 

No hay comentarios:

Publicar un comentario