viernes, 20 de mayo de 2011

LE QUATTRO VOLTE


Buenas, sírvase algo.

Poseía y Riqueza visual para el rutinario ciclo de la vida
El filósofo y matemático griego Pitágoras De Samos (Pitágoras para los amigos), creía y tenía elaborada la teoría de trasmigración de las almas.  Sin entrar en los complejos vericuetos de la filosofía griega y para explicarlo con manzanas, el fundamento de esta creencia se basaba en que una vez muerto el cuerpo humano, lo que quedaba era el alma. La verdadera energía de la vida y que esta no sólo reencarnaba en algún ser vivo del cosmos sino que tenía el poder de decidir en cual encarnar. Luego Empédocles amplió este concepto de reencarnación a cualquier vegetal.

Estos conceptos sumados a la posibilidad de plasmar en imágenes el ciclo de la vida es lo que, a mi entender, inspiró a Michelangelo Frammartino para escribir y dirigir Le Quattro Volte. Una posibilidad de contar los estados la vida con un hilo conductor.

Las primeras imágenes de la película revelan el primer eslabón de la cadena. Hay gente trabajando en una parva para hacer carbón vegetal. Esto despide humo y hollín que merced al viento viaja hacia el centro del pueblito en donde hay una iglesia. En la puerta de la iglesia hay una señora que barre este hollín y lo guarda cuidadosamente ensobrado en hojas de revista.
En un pueblito de Italia, El Pastor (Guiseppe Fuda) arría sus cabras. Las lleva y las trae con una parsimonia que asusta. Una rutina que parece haberse llevado a cabo de la misma manera durante siglos y que sigue manteniéndose intacta. Pero el pastor está enfermo. Se ve venir el final de su vida pero sin renunciar a su destino.
Así irá hasta la iglesia de donde se llevará uno de esos sobres con tierra y hollín, el cual será vaciado en un vaso con agua y mezclado como para bebérselo antes de ir a dormir. Del polvo venimos y al polvo volvemos. No sin antes pasar por otros estados. A la muerte del viejo le sucede el nacimiento de otra cabra que a su vez tendrá su participación en este ciclo.
   
El director Michelangelo Frammartino juega con sus planos y con el tiempo. Hace literal el descanso en cada toma trazando un paralelo con el lugar en donde planteas la acción de la película. En este pueblo parece no haber existido jamás un reloj, una computadora, un celular o siquiera una radio. De hecho, la película no tiene un solo diálogo en los 88 minutos que dura. Nada. Y sin embargo la gente vive igual en su rutina cíclica. Todos los días son iguales y necesarios para contar esto que vemos porque sería imposible contar un ciclo si uno no se toma el tiempo para observarlo.

Ayuda mucho la fotografía de Andrea Locatelli y el montaje de Benni Atria y Maurizio Grillo. Dos hombres que parecieran haber visto todo sobre el concepto Tarkovskiano del montaje y sus ideas de atrapar un momento en el tiempo con la cámara y dejarlo respirar para que siga vivo.

Cuando todo vuelve a empezar, nos hemos dado cuenta que transitamos un camino al ritmo mismo del arte y de la vida. Que bien podría Le Quattro Volte, ser una pintura del impresionismo o un film neorrealista o una combinación de ambos. Para el caso, la visualidad no pasa por esperar cortes de plano sino por descubrir el diseño de arte que creo la naturaleza.

Yo le diría que se prepare para una propuesta distinta, reflexiva, poética y sobre todo jugada. No importa si es en un paraje de algún lugar del mundo o en la ciudad. La rutina está presente e indefectiblemente seremos parte tarde o temprano.

LE QUATTRO VOLTE
Le Quattro Volte (ITALIA, 2010)

Dirección: Michelangelo Frammatino

Guión: Michelangelo Frammatino

Montaje: Benni Atria y Maurizio Grillo

Fotografía: Andrea Locatelli

Música: Paolo Benvenuto

Reparto: Giuseppe Fuda, Bruno Timpano y Nazareno Timpano

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